Pero un artista de la “talla
internacional de cierto escultor enamorado”, que cobra cinco cifras de los
verdes por cada obra, que deba residir en una edificación con la paredes sin
pintar y gastadas, con notables filtraciones de agua y desagüe (se reconoce por
el olor) y habilitar en el techo al menos media docena de habitaciones
precarias sin armonía con distintos materiales y recubrimientos, en verdad no
sé cómo llamarlo.
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